sábado, 25 de agosto de 2012

DÍA 32: Aunque disparemos al gallo, no dejará de amanecer

Ella era una aventurera empedernida. Le gustaba experimentar vivencias indispensables de manera ecléctica e incondicional, sin remilgos ni distinciones.

Insomne desde muy pequeña no tenía escrúpulos en hacer que todos los que la rodeaban bailaran a su ritmo en el amanecer... si ella se despertaba, todos tenían que hacerlo para formar parte de la experiencia que la madrugada aguardaba en cajones ocultos a la espera de sorprender al recién amanecido.

"Ya lo he dormido todo.
¡Vámonos de expedición!"

... ni un buenos días, ni un arrumaco de calor para el alma tras la noche oscura... ella, al amanecer era pura energía, vitalidad y positivismo desbordantes, incapaces de esquivar para los que, al contrario que ella, deseaban alargar el descanso nocturno necesario para afrontar las vicisitudes que traería el nuevo día.

Una mezcla de atracción y rechazo... eso es lo que provocaban sus artes albóreas. Aunque, os aviso, siempre se salía con la suya y, fuera la hora que fuera, todos terminaban en vertical posición y sonámbula energía.

Yo conocía sobradamente esta adicción suya al robo de horas noctívagas... aún así tambien caía en sus artimañas experimentadas y acababa acompañándola en sus peripecias...insisto,  fuera la hora que fuera...

... por ese motivo me veía ahora en estas circunstancias. 

Alli estabamos las dos... somnolientas,
esperando al amanecer, 
esperando el pistoletazo de salida de aquel día impredecible que, sospecho, nos escondía interesantes aventuras. 

Mi impaciencia empezaba ya a no poder mantenerse en calma y ella, plácida, reparó en ello, así que, con una bondadosa sonrisa, como la de quien ya ha vivido muchas veces instantes similares, me pasó el brazo por la espalda y, mientas un imponente amanecer rojizo nos daba la bienvenida festejando su llegada, ella me susurró mirando al frente...

"No hay nada imposible para quien sabe esperar..." 


... y entonces lo comprendí... entonces vi, mientras era acompañada por la progresiva claridad que el Sol nos mostraba con su ascenso astral, que su empeño por el desvelo tenia una sobrada justificación... y vislumbré, en mi propia mejilla, una lágrima emotiva que abstrajo a mi cansancio amodorrado y desperezó a mi sonrisa enérgica... 

... estaba preparada para irnos de expedición... ¡hasta el fin del mundo!...
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