sábado, 3 de noviembre de 2012

DÍA 102: La duda

Tras un profundo y ralentizado suspiro... enfocó meditativa la mirada en el suelo de madera durante el  instante previo a ejecutar magistralmente un imperceptible salto que hizo crujir los listones desgastados bajos sus pies. Abandonó así, con este gesto volátil, la comodidad en la que había reposado durante la conversación.

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Quedó estática en la misma posición durante al menos un minuto... se mantuvo en pie, erguida, congelada, durante aproximadamente sesenta eternos segundos. Miraba fijamente a través de la gran ventana que tenía ubicada a su derecha, justo sobre la butaca en la que había reposado tranquila durante todo el cruce de palabras previo.

Suspiró una vez más, esta vez con mayor sonoridad, pues al parecer el encontrarse erguida permitía que el aire saliera con mayor comodidad y resonancia. El suspiro removió agitadamente las microscópicas partículas de polvo que oscilaban en el ambiente, pude verlo nítidamente pues la luz del ventanal que estaba sobre el butacón rojizo del cual acababa de elevarse entraba por el cristal sin reparo y con descarada luminosidad.

Eran las siete de la tarde y atardecía pausadamente... siguiendo el mismo ritmo que sus pensamientos. Me mantenía en vilo. Casi indispuesta. Expectante. A la espera de su veredicto final.

Sin embargo ella simplemente dirigió de nuevo su mirada hacia el suelo dando una pequeña patada al aire en un movimiento casi inapreciable, en ese preciso instante me pareció verle negar un par de veces con la cabeza mientras cerraba concentrada los ojos... aunque dado mi estado de incertidumbre nerviosa es probable que este último acto fuera resultado de mi propia imaginación.

Levantó nuevamente la mirada, la enfocó en un punto fijo por encima de mis hombros, como buscando desde la distancia la respuesta a mi duda en alguno de los volúmenes que llenaban la biblioteca de madera del fondo de la habitación.

Probablemente la solución no la halló allí tampoco, pues a continuación comenzó a caminar dispersa entre los espacios que el mobiliario había establecido dentro de aquella estancia carcelaria.

Calculé unos dos suspiros adicionales y un extraño gruñido que confundí con el hallazgo de la resolución, pero que en realidad fue un leve carraspeo por la sequedad del ambiente. Mi boca también se encontraba seca, aunque por otros motivos, así que decidí servir dos vasos de agua para aportar a la estancia cierta templanza.

Me afanaba en rellenar mi vaso por segunda vez cuando ella, apoyando su brazo izquierdo sobre un fornido mueble de madera, espetó:

"... me preguntas qué haría yo y yo te pregunto por qué te centras en buscar respuestas para preguntas que no son siquiera tuyas"

Carraspeé y bebí un poco de aquel segundo vaso de agua.

Asombrada, pues tras dos horas de monólogo donde expuse detalladamente los hechos y aquel eterno receso por su parte para la búsqueda de respuesta, esperaba que su discurso fuera mucho más clarificador, sin embargo ella, en un desenlace inesperado, había logrado lanzarme de nuevo la pelota y además con tanta fuerza que me removió la boca del estómago hasta el punto de creerme desmayar.

Ella seguía inmóvil, apoyada sobre el mueble colonial de tres puertas que le hacía funciones de pedestal... me miraba altiva, interesante, por encima del bien y del mal, justiciera y arrogante. Y probablemente fue por ese orgullo desmedido que, sintiéndome incomprendida, me levanté y me enfrenté a su reproche, de manera sencilla, humilde y clarificadora... le devolví el lanzamiento de manera precisa, disparando donde más le podía sensibilizar...

"... todas las preguntas y todas las respuestas son responsabilidad de todos nosotros, si alguien me pide consejo yo no se lo daré, pero lo que sí puedo ofrecerle será mi opinión, mi personal respuesta a su situación, porque tarde o temprano, en otro lugar con otras personas, yo agradeceré que hagan lo mismo conmigo... al fin y al acabo, de una u otra manera, todas las preguntas y todas las respuestas pertenecen a la vida, y no a los individuos de manera personal e intransferible."

Y tras el sonoro punto y final, salí de la claustrofóbica habitación y dirigí mis pasos hacia la puerta de salida... fue a mitad de la galería previa al portón cuando, lejanamente, escuché su interrogante suspendido en el denso y polvoriento aire...

"... pero dime... ¿cómo consigues superar el temor a la responsabilidad compartida por regalar respuestas?"

Cerré convincentemente la puerta. Ahí obtuvo mi respuesta a su duda... no dando explicación a quien no está dispuesto a escucharla.

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2 comentarios:

Menchu dijo...

Distingo esos dos tipos de personas claramente:
Una, la deseable, la que todos quisieramos a nuestro lado, pero que, desafortunadamente, escasean.

Otra en la que veo un prototipo claro. Todos conocemos a muchas de esas personas que eluden implicarse a cualquier nivel, ya sea personal, laboral, social ...

Me falta una tercera, y es esa que, lejos de ayudarte, te genera un nuevo problema cuando, tras pedirle consejo u opinión se enfada si no actúas como ella lo haría. Abundan también, como los anteriores.

Y una cuarta: la que pregunta y pregunta, no sé porqué, porque siempre hace lo que quiere y que probablemente ya tenía decidido antes de consultar con nadie.

...

Docecuarentaycinco dijo...

Asi es Menchu, existen muchos tipos de personas (incluso cada persona, dependiendo del momento, de la situacion, tambien puede ser muchas en una). Pero simplificando al maximo existen aquellos que facilitan la vida y aquellos que la hacen mas compleja (porque no ayudar tambien es hacer compleja la vida la vida a los demas).

Este texto solo es un pequeño ejemplo de una posible conversacion, una pildora en un mar de interrelaciones ;).

Lo importante es que sepamos detectar a tiempo a quienes estan en el lado de auydarnos (o de no complicarnos mas) o los que estan en el otro...

Un besazo